Tras interpretar a Honey Ryder en la primera aventura del agente 007 James Bond: "007 contra el Doctor No" esta actriz de origen suizo se convirtió en icono de belleza y símbolo sexual durante la década de los 60.
Su curriculum interpretativo se reduce a unas 25 peliculas, la mayoría de ellas mediocres. Aunque la intención era convertirla en la nueva Dietrich, lo único que finalmente demostró tener en común con la gran dama era su origen alemán y unas piernas para la eternidad.
Antes del bikini en 1957, Andress decide casarse con John Derek, del cual se divorcia 10 años después cuando Derek comienza a perseguir a una jovencita Linda Evans.
Aún cuando se hizo con el Globo de Oro en 1964 a la mejor actriz revelación por su papel de Honey Ryder, su trayectoria posterior insinúa que se trata de una actriz de talento limitado, sin embargo su poder de atracción sedujo a grandes estrellas de la época, desde Marlon Brando y Jimmy Dean hasta los más tardíos romances con Jean Paul Belmondo, Warren Beaty y Ryan O'Neal le otorgan un puesto de honor entre las maestras de la seducción.
En el año 1994, quiso el destino que me cruzara con ella en lo alto de una de las escalinatas de la Piazza de España en Roma. Era una noche de verano y como cualquiera de ellas en Roma hacía un calor bochornoso.
Iba bien acompañada, recuerdo que la rodeaba un grupo de hombres de buen aspecto y ella era la única mujer; se basta. Deduzco que Andress no estaba en aquel entonces veraneando en Roma, sino que vivía allí, ya que desde que nació su único hijo Dimitri, fruto de su relación con el actor Harry Hamlin su vida transcurre en la capital italiana.
La foto no es demasiado nítida: me temblaba un poco el pulso y era una cámara noventera. Me acerqué a ella, la saludé amablemente y aceptó que le sacara una foto y me dedicó hasta un corazoncito, debí de parecerle muy niña. Lo suyo hubiera sido que yo me hubiera puesto a su lado y que uno de aquellos hombres singulares que la acompañaban o algún miembro de mi familia (en lugar de observar mi hazaña con inquietud desde una apacible terraza romana) se hubieran ofrecido a retratarme junto a la diva, sin embargo no se dió así.
Todo ocurrió en cuestión de segundos y yo ni reaccioné a tiempo. Sólo se que le pedí que posara, ella accedió con una sonrisa y un "of course", se relajó el chaleco, se echó el pelo hacia atrás con actitud seductora y después de apoyar su mano izquierda en la parte trasera de la cintura, me lanzó un "ready" y yo me limité a hacer clik con la boca abierta.